lunes, 22 de octubre de 2012
Una ola de humildad
Ni quería, ni suelo escribir con tanta frecuencia, aunque mi cabeza procese todo a gran velocidad. Y en realidad en ningún momento esté en blanco y siempre esté pensando y maquinando. Pero ayer vi algo que me conmovió soberanamente.
Como típico plan de domingo tarde-noche, decidimos ir al cine y la película que está en auge es la española "Lo imposible". No tenía convencimiento de querer verla siempre he pensado que uno va al cine, al circo, al teatro a disfrutar a pasarselo bien, a reír.... por eso tenía miedo de verla.
Al final no quedaba otra, si iba a invertir algo de dinero en el cine, quería que fuese por una película que no me dejara indiferente que mereciera la pena.
Desde el minuto uno, empezaron a caerme lágrimas por las mejillas, silenciosamente, sin que nadie se enterara. Desde el minuto uno, sentí completa sintonía con unos grandes personajes. Me vi ahí, es unas vacaciones paradisiacas con mi familia, siendo feliz, preocupandome por las trivialidades de la vida; trabajo, qué libro leer o elegir piscina o playa.
Y de pronto, comprendí, lo fácil que es que todo ello se lo lleve una ola. Y entonces, en ese momento de soledad, que simbólicamente los actores hacen que viva el espectador, me entró una angustia terrible.
Cinco minutos, de angustia interminable, con el ruido del agua, y los deseos de que eso acabe como sea, pero que acabe. Y derepente, una vez más la vida está para vivirla por y para los demás, la única razón de que la protagonista saque fuerzas, es la voz de su hijo. Que podía haber sido su hijo, su marido, o el hijo de cualquier otra persona, o el marido. El caso es ver, que en una circunstancia tal, alguien te necesita.
Después del desarrollo de toda la película para mi sorpresa, me quedé mal. Seguí llorando durante un rato, no entendía por qué.
Quizá era porque pasase lo que pasase, los protagonistas me acercaron a una realidad que cambio a esas personas para siempre. Que las condicionaría a partir de ese momento para vivir su vida, para tomar decisiones.... Y aunque lo normal hubiera sido que hubiera sentido alegría de no encontrarme en esa situación, lo cierto esque me di cuenta, que el dolor ajeno muchas veces duele más que el nuestro propio.
El ser humano, sociable por naturaleza, siente la necesidad de ayudar, de estar, de darse. Una vez más la única conclusión que saco es que aquello que ocurrió en 2004 sacó lo mejor de las personas; la ayuda, la cooperación, la comprensión y el cariño. Ojalá una masacre no fuera la excusa para dar lo mejor de nosostros mismos, ojalá que esto fuera el pan de cada día.
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